jueves, 19 de septiembre de 2013

Las falacias de todo buen independentista

Retomo el blog de casi un año y medio después de la última entrada, en parte, por el hastío que me causa la gran ignorancia política de la que adolece una gran parte del país. El tema de la independencia de Cataluña no pone más que de manifiesto ese gran desconocido que es la Constitución, así como la teoría política básica para una cantidad ingente de opinólogos y tertulianos de bar, y lo que es peor, de plató.

Lección I: El derecho a decidir como falacia para crear imaginarios colectivos.

Es dicho habitualmente que si una mentira se repite 1000 veces termina convirtiéndose en verdad. Parece que la realidad es incapaz de refutar esta cita.

El derecho a decidir, tal y como promulgan, los más proselitistas del movimiento independentista es una falacia. Literalmente, y para que quede claro, no existe. El derecho a decidir que proclaman a los cuatro vientos como elemento vital consustancial a cualquier democracia no es más que un eufemismo del denominado “derecho de autodeterminación”.

Pero si existe algo parecido, ¿por qué Cataluña no tiene derecho a la autodeterminación? La incultura histórica que adolece a gran parte de la generación LOGSE, no digamos ya a la LOE, tiene parte de culpa en esta historia. La creación de las Naciones Unidas y el proceso de descolonización tienen mucho que ver. La Carta de las Naciones Unidas ya establece en sus capítulos XI y XII la necesidad de garantizar que los territorios “no autónomos”, es decir, territorios cuyos pueblos no hayan alcanzado todavía la plenitud del gobierno propio, o de administración fiduciaria consigan el autogobierno bajo la protección bien de otros Estados o de la propia Naciones Unidas.

La Resolución 1514 denominada “Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales” (subrayo lo de coloniales pues ahí está el meollo del asunto) publicada en diciembre de 1960 señala en su artículo 2 que “Todos los pueblos (coloniales) tienen el derecho de libre determinación; en virtud de este derecho, determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural.”. Fin de la cita. Complementaria a ésta, la Resolución 1541 en el Principio I del Anexo se recoge que “Los autores de la Carta de las Naciones Unidas tenían la intención de que el Capítulo XI se aplicara a los territorios considerados entonces de tipo colonial…” a lo que el Principio V añade que “Si influyen en las relaciones entre el Estado metropolitano (concepto importante) y el territorio de modo que éste se encuentra colocado arbitrariamente en una situación o en un estado de subordinación, esos elementos, confirman la presunción de que existe la obligación de transmitir información…” como si fuera una colonia.”

Más tarde se elaboraría un listado de territorios no autónomos, es decir, con derecho a la autodeterminación entre los que existen curiosidades del estilo de Gibraltar, muy de actualidad, y que erróneamente muchos califican como de territorio bajo soberanía de Reino Unido. Para decepción de algunos, veréis que ni Cataluña, ni el País Vasco, Cerdeña, Sicilia o la Lombardía, entre otros, tendrían ese “derecho a decidir” que tantas soflamas ocupa.

Otro elemento distinto es que exista una masa social que posea un sentimiento nacionalista y desee la independencia y secesión de un Estado ya conformado, pero que los máximos responsables políticos, y principales agitadores en muchos de los casos, cometan estas inconcreciones, muchas de las veces a posta, ya denota la calidad de la cultura política que posee gran parte de la población.

Como escribió Javier Cercas en un artículo publicado hace semana y media en El País recientemente: “En democracia no existe el derecho a decidir sobre lo que uno quiere, indiscriminadamente. Yo no tengo derecho a decidir si me paro ante un semáforo en rojo o no: tengo que pararme. Yo no tengo derecho a decidir si pago impuestos o no: tengo que pagarlos. ¿Significa esto que en democracia no es posible decidir? No: significa que, aunque decidimos a menudo (en elecciones municipales, autonómicas y estatales), la democracia consiste en decidir dentro de la ley, concepto este que, en democracia, no es una broma, sino la única defensa de los débiles frente a los poderosos y la única garantía de que una minoría no se impondrá a la mayoría. Ahora bien, es evidente que, con la ley actual en la mano, los catalanes no podemos decidir por nuestra cuenta si queremos la independencia, porque la Constitución dice que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español”

 



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