domingo, 10 de octubre de 2010

El riesgo de elegir

Hace una semana exactamente, el Partido Socialista de Madrid (PSM) elegía a su candidato tanto para el Ayuntamiento de Madrid, como para la Presidencia de la Comunidad Autónoma. Lizabesky y Gómez. El primero con un amplio historial a sus espaldas, siendo la Secretaría de Estado para el Deporte su última ocupación, mientras que el otro se ha dedicado a ser el Secretario General del PSM durante los últimos años, tras dejar la alcaldía de Parla.


Este mes otro partido tiene sus elecciones primarias para elegir a los candidatos para múltiples municipios y la presidencia de diferentes Comunidades Autónomas. Unión Progreso y Democracia realiza también elecciones primarias.

Existe un cierto debate sobre la conveniencia de realizar estos procesos intrapartidistas. Para unos, esto es un coladero donde los “trepas” de los diferentes partidos tienen la posibilidad de alcanzar las instituciones públicas (aunque no sea la única, sino miremos los miles de cargos de confianza de Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y gobierno de España), para otros supone un aliciente para llevar la democracia a los ciudadanos, para fomentar la participación política de estos.

Realmente la cuestión no es si deben realizarse o no estos procesos, pues toda persona que crea en unos partidos que no terminen siendo partidos de “notables o cuadros”, a la antigua (aunque quizá no tanto, véase el Partido Popular), donde el líder actúa como monarca absoluto, su designio es inmutable. Nadie puede rebatirlo. Aquí si podría aplicarse esa frase atribuida a Alfonso Guerra de “quién se mueva no sale en la foto”.
Desde mi punto de vista es totalmente sano e incluso obligatorio por parte de los partidos políticos llevar a cabo procesos de elecciones primarias. Esto viene recogido de manera indirecta en la Constitución de 1978, en su artículo 6, donde expresa que “los partidos políticos…en su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”.
Realmente es grande la hipocresía en algunos, recurren a la Carta Magna para defender numerosos puntos de su argumentario, sin embargo cuando les toca asumir otros, no se oye ruido alguno.

Retomando el tema. Estas elecciones primarias impiden que un partido político se convierta en una maquinaria de captación y elevación de solo unos pocos establecidos en sus cúpulas directivas u órganos de dirección a llevar a cabo no una “dictadura de partido”, sino una “dictadura en el partido”. Los partidos como instituciones subvencionados de manera mayoritaria por el erario público (quizá se asombrarían si viesen el dinero que estos reciben por parte de sus tasas de afiliación y cuánto reciben por subvenciones y otros fondos estatales), son un bien común. No sería gramaticalmente correcto decir que “son de todos” como muchas veces se aplica a todo servicio o institución pública, puesto que muchos de los que leéis este blog, seguramente no os sentiríais a gusto en alguno de los partidos arriba mencionados. Sin embargo, como elementos fundamentales del funcionamiento político del Estado, siendo los principales elementos de representación de los ciudadanos, los partidos políticos posee una importancia capital, tanto funcional como institucional.
Sin embargo hemos podido ver como con el avance de los años, los partidos se han convertido en organismos cooptado res de poder, capaces de mover los hilos de la política que solo a ellos les interesan, incluso despreciando muchas veces la voz de sus propios afiliados, e incluso de los ciudadanos de a pie de calle.

Estas elecciones primarias, no solo deberían realizarse para llevar a cabo la selección de las personas que encabezarán las listas a las elecciones, sino también para los Consejos de Dirección de todos los partidos. Es un mecanismo que impediría la perpetuación de la clase política. Sin embargo, como todo en la vida, nada es perfecto.
Las primarias pueden encumbrar desde interesados en alcanzar cargos públicos, siéndoles indiferentes de conque partido lo hagan y que ideas representen, como a ineptos (todos sabemos de más de un caso). Algunos partidos proponen para ello la necesidad de avales, como puede ser el caso del Partido Socialista Español (PSOE). Sin embargo si vemos la cantidad de avales que presentaron los últimos candidatos a la Presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid, más de 6000, no lleva a replantearnos hasta que punto cualquier afiliado de a pie, puede reunir tal cantidad de avales, encontrándose en clara desventaja con el establishment del partido. Por tanto no sería una democracia real y efectiva, sino una ilusión en la que pocos pueden participar.

Unión Progreso y Democracia por el contrario, no necesita avales, cualquier afiliado puede proponerse como candidato. Únicamente debe superar en votos a sus compañeros (que no contrincantes, aunque muchas veces la competición se transforme en muchos partidos en luchas donde todo vale) en las elecciones. Sin embargo el riesgo de que se presenten candidatos que solo anhelan ocupar un sillón durante cuatro años puede ser mayor. Pero creo que merece la pena correr ese riesgo.



¿Son por tanto las primarias tan beneficiosas para la democracia? Yo por mi parte las defiendo claramente, sin avales, con total libertad. Solo apelo a la responsabilidad y sentido común de los afiliados a los distintos partidos que las realizan para que no se cuele de nuevo ningún Maquiavelo cejipuntiagudo.

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