martes, 12 de octubre de 2010

El fin de muchos, el comienzo de pocos...


Quizá el comienzo de todo cuanto conocemos hoy en día, o al menos algo que ha configurado la historia mundial de manera taxativa, posee su origen en una fecha muy remota. A finales del siglo XV la Corona de Castilla se estaba quedando retrasada en lo que entonces se tenía como algo capital como muestra del poderío de las diferentes coronas europeas. Los portugueses aventajaban a la Corona de Castilla en la búsqueda de nuevas y más rápidas rutas hacia la India y Extremo Oriente, de donde provenían lujosas y extravagantes mercancías que hacían las delicias de reyes y nobles. Sin embargo la expansión del Imperio Otomano hacía que las rutas de tránsito de estas mercancias cayese directamente bajo su dominio y sus aliados genoveses. Por esto tanto los portugueses como los castellanos pretendían encontrar nuevas rutas hacía la India, en la que no hubiese intermediarios a los que pagar de camino. Los portugueses ya habían alcanzado el Cabo de Buena Esperanza, mientras que los castellanos se quedaban atrás en la carrera comercial.

Sería en las últimas décadas del siglo XV cuando, un hasta entonces desconocido marinero aparecería en escena. Cristobal Colón es una de esas figuras históricas rodeadas de un halo de misterio. No se sabe exactamente donde nació, aunque muchos se han intentado atribuir su “nacionalidad”, sobre todo algunos pueblos con demarcados nacionalismos como puedan ser el catalán, el gallego o el judío. Se cree que era originario de Italia, pero nunca se descbrió ningún documento escrito por él en esta lengua, mientras que sí se descubrieron otros escritos en portugues, castellano y catalán.



Primeramente, en 1483, Colón presenta este proyecto al rey de Portugal, Juan II. Cuya junta examinadora lo desestimó. Y en 1485 con la muerte de su mujer, Colón, afincado en Portugal desde que naufragase años atrás en un navío y llegase a las costas del Algarve, parte rumbo a Castilla. Allí sin contactos, sería a través de los monjes del Monasterio de La Rábida, entre los cuales se encontraba el confesor de la reina Isabel, como accedería a los monarcas.

Sin embargo no se le concedería el permiso inmediatamente para navegar hacia la India, sino que los consejeros de los monarcas “católicos”, desaconsejaron tal expedición, que unido a la campaña de Granada, hacía que las arcas del reino estuviesen casi vacías. Los reyes, sin embargo no desecharon este proyecto y finalmente se aprobaría, sin embargo el tema de la financiación de dicha expedición sería solucionado por un escribano, Luis de Santángel.
El capital necesario para emprender el viaje estaba lsito, sin embargo hacía falta lo primordial, la tripulación y los barcos. Finalmente gracias a la intercesión de Martín Alonso Pinzón, miembro de una de las familias de navegantes y corsarios que actuaban en África, se solucionó en buena medida este problema. De los noventa tripulantes que salieron en el primer viaje hacía lo que se consideraría la India, se encontraba un cántabro, Juan de la Cosa, propietario de la carabela La Gallega, que sería rebautizada como Santa María. Esta junto con otras dos naves más pequeñas, La Pinta, de Cristobal Quintero y La Santa Clara, que pasó a denominarse La Niña porque era propiedad de Juan Niño, fueron los buques destinados a la faena.


Saldrían del Puerto de Palos el 3 de Agosto de 1492, atracando en Gran Canaria durante un mes, aprovisionándose para el largo viaje. El comienzo del viaje sería apacible, pero cuando comenzó a surgir el desasosiego a partir de las ochocientas millas, surgieron los problemas de indiciplina. Finalmente el 12 de Octubre de 1492 desde la cofa de La Pinta se divisa tierra. Se avista una isla de las Bermudas hoy denominada como Watling. Posteriormente se recorrerían las costas de Cuba a la que se le bautizaría cmo Juana y la isla de Haití, bautizada como La Española. Colón realizaría otros tres viajes más siempre con la convicción de haber llegado al actual Japón, China o la India.


Es sabido por muchos de nosotros, sobre todo los españoles y en algunos lugares de latinoamérica, aunque de manera menos mayoritaria, que siempre se ha vendido el descubirmiento de América como un hito que ha marcado la historia de la humanidad. Nada fue igual después de 1492.

Sin embargo hoy desde este blog no se pretende hacer apología del nacionalismo español y de su grandeza para algunos, pues si bien es ciero, el descubrimiento de América es atribuido a la Corona de Castilla, también convendría recordar el genocidio indígena perpetrado por los sucesivos colonizadores. Toda América vió como la sangre de sus legítimos habitantes era derramada desde la actual Canadá hasta el Río de la Plata, ya fuese por Españoles, Franceses o Ingleses, seres que se consideraban superiores y con derecho a expropiar y a expoliar todo en nombre de su patria y su codicia.
Esto unido a la gran cantidad de indígenas africanos que compartirían su misma suerte durante los siglos posteriores, ya fuese como esclavos o como sacos de huesos, a lo largo de todo el continente.
Hoy quiero recordar un genocidio que superó con creces el holocausto de la Segunda Guerra Mundial, hoy quiero recordar a todas aquellas personas que murieron defendiendo sus tierras y sobre todo a sus familia, recordar a todas aquellas personas sin rostro y sin voz que sufrieron por la barbarie del desarrollo.Un desarrollo que solo unos pocos disfrutan hoy en día mientras que más y más personas a lo largo del mundo padecen.

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